martes, 22 de noviembre de 2011

LEYENDAS GUARANIÉS

LA LEYENDA DEL MAÍZ
No podía faltar la leyenda en esta planta americana por excelencia. El maíz (abatí), ha sido considerado siempre por los indígenas como una bendición del cielo. Hay varias versiones de esta leyenda, pero consignamos la más popular, que consideramos verdadera por haberla oído también de labios de los indígenas del Pilcomayo.

Fue en aquellos momentos cruciales en que no se sabe si es posible sobrevivir o perecer. Todo parecía indicar que ocurriría esto último, pues durante largos meses no asomaba una nube en la comba celeste. Los ríos se secaban, se marchitaban los árboles, los animales morían de sed... Tolvaneras irresistibles barrían los campos desolados. El pueblo, paciente al principio desesperaba, enloquecía... Todas las rogativas -habían resultado estériles. Entonces el "rubichá" (Jefe de la tribu), en una sostenida cábala con los genios del cielo, develó el secreto:
-Tupá está enojado con' sus hijos y por eso los castiga con el hambre, la sed y la muerte si no vuelven los ojos a EL...
El pueblo entero se arrepintió y cayó de rodillas, jurando amor y respeto a sus leyes. Pero el Rubichá continuó:
-Eso no basta. Para aplacar la ira de Tupá, es necesario sacrificar la vida de uno de sus hijos.
Entonces, entre los circunstantes salió un guerrero joven y apuesto que exclamó con firmeza:
-Yo me ofrezco al sacrificio...
Lloraron los suyos y lloró el pueblo de emoción y dolor. Pero el joven mantuvo su decisión inquebrantable.
El rubichá, dolorido, no tuvo otro recurso que aceptar el sacrificio de aquel joven, cuya vida podría ser tan útil. Caminaron hasta un sitio despoblado de árboles, cavaron una fosa y en ella tomó el joven su voluntaria sepultura. La tierra, fuertemete apisonada lo cubrió totalmente, dejando sólo fuera la nariz del infortunado.
A los pocos instantes asomó una tormenta en el horizonte, que vertiginosamente descendió sobre la selva. El viento y los relámpagos sembraron el pánico entre los hombres. Luego comenzó a llover. Una lluvia abundante, dulce, que duró toda la noche. !El milagro se había cumplido!...
Al día siguiente la tribu se dirigió al lugar del sacrificio para testimoniar su gratitud. Pero en el mismo lugar, donde el día antes asomara la nariz, había brotado una planta de largas hojas verdes entre las que asomaban espigas con granos de oro.
Era el maíz, y le llamaron "abati ", que. quiere decir "Nariz de indio".



EL CABURÉ
El caburé o cabureí es un pájaro de la región chaqueña de gran ascendencia sobre las demás aves de la selva. Se dice que a su llamado acuden todos los pájaros de la floresta entre los que elige su víctima.  Esta triste fama del caburé ha servido para que la gente le atribuyera poderes desconocidos y utilice sus plumas como "payés" o amuletos, para obtener ventajas espirituales y materiales, suerte en el amor, en el juego, en la guerra, etc. Es creencia. que esos amuletos colgados sobre el pecho, dan un poder irresistible a quien los lleva.
En esta larga guerra entre Dios y el Demonio que culminará en el Juicio Final, sucedió una vez que Tupang (Dios), Qreó un hermoso pájaro, Señor y Rey de los cantores. Lo hizo magnífico, como todas sus creaciones, deslumbrante, y de voz maravillosa, para que las demás avecillas, en un  anhelo de superación emularan entre sí para alcanzar su voz, su porte y donosura.
Pronto el caburé difundió el sortilegio divino de su voz, hechizando con su canto a todos los moradores de la selva que le rodeaban, embelesados, dominados por la magia de sus trinos.
Así fue el caburé en un principio y así le conocieron generaciones y generaciones de aves de la selva y la floresta.
Pero el Rey de los cantores tenía un talón de Aquiles, un punto vulnerable como todos los elegidos. No debía ser sorprendido durante el sueño a solas. Pero una noche, por conjuro de los hados negros, el hermoso cantor se encontró solo en la espesura. Había desgranado todo el día el concierto prodigioso de su voz, y fatigado, quedó dormido. Aprovechó Añang esta ocasión única y le introdujo el maleficio.
Al 'ía siguiente el caburé ya no era el mismo. Su voz había degenerado y su mansedumbre se había trocado en ansias incontenibles de crimen. Ya no cantó más para embelesar. a las avecillas de Dios, sino para elegir su presa. Este cambio psíquico, trajo también lentamente su cambio físico. El caburé, pervertido, criminal, maldito, perdió sus hermosas formas tomando un aspecto vulgar. Pero las humildes avecitas de la selva, por efecto todavía de aquel influjo mágico que Tupang le dió, acuden a su llamado fatal, donde pagan con la vida su devoción a la melodía y la belleza. . .



EL ARA IYAPÍ (termino del Mundo)
Todos los aborígenes tienen especial aversión por el murciélago. Los chiriguanos le llaman mbopi y los tobas y mocobíes "sanhihuej". El murciélago representa el Ara Ipayi o fin del mundo. Por eso se le encuentra estilizado en las alfarerías de los diversos grupos étnicos de la nación Guaraní, junto con el buho que es su enemigo y de quien depende tenga o no éxito en su empresa. . .
Es creencia que algún día aparecerá el Andirá Guazú (Murciélago grande) y comerá a todos los seres vivientes de la tierra, terminando así la vida en todos los órdenes. Para que esto sea posible será necesario una enorme cantidad de  "andirás " chicos, sin los cuales no puede nacer el Andirá Grande que pondrá punto final a la vida.
No se sabe cuándo podrá acontecer esto, por cuanto Ebliuá (Dios), les puso por enemigos el buho y la lechuza (ñacurutú y urucureá), que persiguen a los murciélagos y los matan, evitando la multiplicación convencional que determinaría el nacimiento del Murciélago. Grande.
Llegará, empero, un día, en que el buho y la lechuza, sea por debilidad, incapacidad o muerte, no podrán detener los murciélagos chicos en su proliferación, y entonces acaecerá el advenimiento del Andirá Grande que impondrá el Ara Iyapi o sea el Fin del mundo.. .



MBURUCUYÁ
Aconteció esto en las cálidas tierras de Tupí, hace muchísimos años. Tupán no había creado todavía en aquel entonces ni el guayacán, ni el curupay, ni el canambí, ni muchas otras plantas prodigiosas, obra de sus milagros...
Había sobre la costa del Paraná una tribu feliz, muy feliz... Su cacique se llamaba Irnndi y la vida era una bendición de paz y felicidad. Para dicha mayor Irnndi tenía una hija cuyos ojos rivalizaban en esplendor con el Sol, a quien adoraba y adoraba su gente. Como era tradicional, antes de morir, Irnndi expresó que era su voluntad que su hija Isapi (rocío) se casara con el cacique Acaviray...

Y aquí comenzó la tragedia. Isapi no amaba y no podía amar a ese hombre inhumano con su gente, sensual y desenfrenado... .
Y cuando su padre murió, antes que Acaviray pudiera tomarla, huyó por el bosque, resuelta a morir antes que caer en sus manos. Anduvo muchos días y muchas noches, hasta que sus fuerzas se agotaron y cayó rendida en la selva. Mientras la fiebre la consumía veía pasar en sueños las aguas del Paraná, al alcance de sus manos, deslizándose suaves y rumorosas, para darle en sus hilos cristalinos el precioso líquido para apagar su sed. Y ella bebía.. .bebía. .. hasta que las sombras de la inconsciencia más completa se apoderaron de su frágil y delicado ser.

Quiso Tupán que un sacerdote que vivía con sus indios en las inmediaciones, la encontrara en la selva moribunda. Calmó su sed, sació su hambre y la llevó a su Misión.
Ahí Mburucuyá aprendió la lengua de aquel hombre blanco, y de sus palabras dulces, conoció al Dios cristiano, infinitamente bueno, todo amor y misericordia.
Nunca había soñado con un Dios tan bueno y grande que brindó hasta su sangre para salvar a los hombres. Que no conoce ni el odio, ni la venganza, ni la maldad. ¡ Un Dios que llama a los hombres para salvarlos ! ! Que los ama!... ! Oh; infinito misterio de las cosas! ¡Nunca lo había soñado, nunca ¡. . .
Los indios convertidos que no conocían su nombre la llamaron Mburucuyá. En el silencio de las noches ella prometió a ese Dios bueno ofrendar algo en su honor. Y lo propuso al misionero: ir a la tribu que fue de su padre y ofrecerle en la Cruz el camino de la salvación. Y así lo hicieron. Caminaron largos días por la selva y sendas noches. Mburucuyá iba eufórica a cumplir con aquel deber de gratitud. . .
Llegaron por fin, y ella, la Isapi, la hija del cacique Irundi, explicó el alcance de la visita y el mensaje de Amor en nombre de Aquel ser infinitamente bueno, que había llenado de amor su corazón.
Acaviray, el taimado, escuchó atento a la desertora y, finalmente, con toda frialdad y cinismo, ordenó el lanceamiento de ambos. Misionero y sierva cayeron bajo las flechas arteras en la quietud de la selva, y la cortina de la noche se extendió sobre un drama más...
Pero al día siguiente en el preciso lugar de la ejecución había brotado una planta nueva. Era el Mburucuyá. Su flor era una cruz y Dios puso en ella los atributos de. su pasión: los tres clavos que horadaron sus manos y pies, la corona de espinas que ciñó su frente; las cinco llagas de luz y en el corazón de su corola, una a una las gotas de su sangre preciosa. Y fué desde entonces la eterna Mburucuyá, símbolo del sacrificio por amor a su Dios... .
Y Acaviray, al morir, se convirtió en pájaro agorero del mal, cuyo graznido anuncia el odio, y anda por los montes sin. reposo, despreciado de todos, llevando aún en sus ojos sanguinolentos todo el rencor que lo incitó al crimen... Es el cuervo o pitá cumpliendo su condena interminable. en la soledad de los bosques umbríos por los siglos de los siglos....




 LA LEYENDA DEL IRUPE

Esta hermosa leyenda guaraní viene de los vocablos “i” que significa (agua) “ru” que significa (el que trae) y “pe” que significa (plato). O sea Plato que lleva el agua.
Se la conoce con el nombre de Victoria Regia, y constituye una de las flores más curiosas de nuestra flora. Con los granos de su fruto, los indígenas elaboran un pan muy exquisito.
Yasí Ratá (estrella) había nacido con un pequeño mal incurable; amaba los astros.
Desde pequeña quería la Luna y vivía para ella. Cuando ésta no aparecía en el cielo, Yasí lloraba insomne las noches enteras.
Y cuando el pálido satélite surcaba raudo la inmensidad cubierta de estrellas, la enamorada se vestía con las mejores galas, y pasaba la noche entera en celeste idilio con el astro. Entonces era hermosísima y la Luna le daba a su rostro un halo sobrenatural.
Así los dos enfermos se amaron mucho tiempo. Hasta que un día Yasí desesperada de vivir tan lejos de su celestial amante, decidió ir en su busca.
Subió a uno de los árboles más altos y desde él tendió los brazos para que el astro la recogiera. Pero fue inútil. Entonces bajó y trepó a la cima más alta de la montaña y allí esperó el paso de la Luna, pero también fue en vano.
Descorazonada y vencida volvió al valle y allí camino largo tiempo, sus pies desgarrados por las piedras y las espinas, manaban abundante sangre.
En su marcha llegó a un lago de aguas límpidas. Se miró en ellas y vio su imagen reflejada al lado de la Luna. ¡Era el milagro!. Sin vacilar se arrojó a sus brazos, pero la imagen se desvaneció y las aguas se cerraron sobre ella cubriendo para siempre su imposible sueño.
Tupá, compadecido de aquel gran amor, la transformó en Irupé  con hojas de forma de un disco lunar y que mira hacia lo alto en procura de su amado ideal. De noche cierra sus pétalos cubriendo las manchas de sangre de sus heridas, pero cuando la Luna aparece, las abre, y todavía platica con ella.




 LA  LEYENDA DEL GUAYRÁ
Guayrá era un indio bueno. Tenía especial predilección por las" igás" (canoas) y dedicaba todo su tiempo a la fabricación de esas embarcaciones. De sus manos salían canoas admirables que' despertaban la admiración y envidia de los demás.
Un día concluyó la que él consideraba más perfecta de su ingenio inquieto y creador.
Ufano, decidióse dar con ella un paseo por el Paraná. Y así, gallardamente se deslizó por las mansas aguas del río dejando vagar sus pensamientos al azar. Anduvo extasiándose varias horas con el pintoresco paisaje que le ofrecían las orillas que encerraban todas las gamas del encantamiento que la Naturaleza y Dios pueden ofrecer al hombre, y cuando estaba próximo a hacerse la noche, quiso volver río arriba para regresar a su choza. A pesar de la aparente mansedumbre de las aguas, notó que la corriente le impedía remontar el trayecto recorrido. Comenzó a inquietarse, y duplicando su esfuerzo y su habilidad, intentó vencer la resistencia del agua. Inútilmente. No conseguía avanzar ni un palmo. Presintió algo fatal y tornó a hacer supremos esfuerzos por zafarse de aquella dramática situación. Entonces comenzó a anochecer súbitamente y una tormenta furiosa atronó el espacio. Taú, el genio de las tormentas y acólito de Añang lo. había atrapado.
Mientras oía las palabras de Taú, Guayrá luchaba desesperadamente gastando sus últimas energías.
Se embravecieron los vientos y las lluvias, y abatido Guayrá se dejó llevar por la corriente. La gallarda embarcación no resistió la furia de las aguas y bajo un relámpago cegador se abatió en ellas. Guayrá luchó un instante solo, pero de pronto, dando un salto espectacular, se hundió para siempre en aquel mar proceloso. . .
Consumada su obra, Taú se rió estrepitosamente, y su risa diabólica se prolongó largo tiempo en la noche.
Volvieron las aguas a tranquilizarse y se despejó el cielo. Pero en aquel lugar las aguas formaron un salto turbio, símbolo de la tragedia, y que los guara des conocen con el nombre de Salto d: Guayrá.




 EL COENDÚ
Era el: hijo de un cacique cainguá. De niño era bueno, ,pero de pronto su carácter se tornó irascible y malvado. La hechicera sentenció que" una araña le había picado en el costado izquierdo envenenándole el corazón".
Entretanto las crueldades del niño superaban todos los límites de la tolerancia. :Miriñay, el consejero, previno que el Dios de la selva no dejaría impune tantas víctimas inocentes y que se vengaría en la gente de su tribu. Quería, pues, convencerlo de las consecuencias de su maldad. Pero mientras se acercaba, Coendú, temiendo ser atacado, le disparó sus flechas envenenadas y lo hirió de muerte. Sorprendido de su propia acción, vaciló mi instante, luego echó a correr perdiéndose en la espesura.
 
Las sombras de la noche lo sorprendieron fugitivo. Sudoroso y fatigado se acurrucó  contra un árbol, mientras un sentimiento extraño se iba apoderando de su ser. Y por primera vez su cuerpo tembló de arrepentimiento, pensando en todas las inocentes víctimas de sus flechas envenenadas. "Las primeras luces del alba lo sorprendieron en la misma posición, encogido, agarrotado de terror".
Quiso separarse del árbol pero no pudo; una alfombra de zarzas se había adherido a sus carnes. Recordó las palabras de Miriñay y comprendió que era el castigo del Dios de la selva. De pronto, sus pies se convirtieron en patas pequeñísimas y sus manos en alas toscas y cortas. Su cuerpo encogido se llenó de espinas.
"Cuando apareció el Sol, Coendú, arrastrando su manto verdoso, fue a internarse en lo más oscuro de la maraña. Una fuerza misteriosa lo empujaba a la penitencia...
Y aun hoy, después de tantos años, apartado siempre de los otros habitantes de la selva misionera, el coendú, arrepentido de sus maldades, permanece largas horas del  día de espaldas a la luz del Sol, sentado "obre sus patas traseras y con la cara entre  manos, haciendo penitencia". . .




EL TIMBÓ
El timbó es un árbol corpulento de hermosa forma, cuya parte superior se parece a una sombrilla abierta. Su madera es muy consistente y tiene la particularidad de no agrietarse ni astillarse. Su fruto es una baya negra, muy semejante a una oreja humana. Por eso los guaraníes le llaman cambá nambí ( oreja negra) . Este árbol tiene una hermosa leyenda.
Se dice que un cacique famoso llamado Saguáa, adoraba a su hija bella como el sol, llamada Tacuarée. Vivía por ella y para ella. Pero he aquí que un día Tacuarée se enamora de un cacique de una tribu lejana. Llevada por ese amor irresistible abandona a su padre para unirse al hombre amado.  Sagnáa, desesperado, sale a buscada. Anda días y días entre la selva afrontando miles de peligros. Nada le arredra. Quiere encontrar a su hija amada. En el delirio de la desesperación cree escuchar sus pasos en la selva y aplica sus oídos sobre la tierra. Ese oído capaz de escuchar los más recónditos murmullos de la selva y descifrarlos. Pero nada puede escuchar y sigue andando y apoyando su oído a la tierra, con la esperanza postrera de oír los pasos de Tacuarée. Cuando ya sus fuerzas están agotadas, cae rendido, presa de una fiebre mortal. Y muere con el oído pegado a la tierra.. .
Mucho tiempo después, dos hombres de su tribu lo encuentran, pero cuando quieren levantar su cuerpo, notan que tiene una oreja. unida a la tierra donde ha echado. raíces. Para arrancar el cuerpo deben cercenar la oreja; pero ésta ha echado raíces y da origen a una nueva planta que crece y se levanta majestuosa en la selva, y todas  las primaveras brinda unas bayas negras en forma de oreja humana, recordando las orejas de indio. Es el timbó (cambá nambí) que simboliza el amor paternal.




EL YAGUARETÉ HÚ
Del guarani: Yaguareté: tigre. : negro)
En la zona de influencia guaraní en torno de los fogones los paisanos en apretada rueda, narran siempre con nuevos detalles las hazañas y persecuciones del 
" yaguareté
tié" (tigre que hay que evitar).
Vivía en las orillas del río Gualeguay un hombre muy bueno y trabajador. Pero un día, unos bandidos lo asaltaron para robarle y lo asesinaron cobardemente. El buen hombre murió de espaldas, con los ojos bien abiertos. Señal que se vengaría de sus asesinos.
Y así fue en efecto. Poco tiempo después, de entre los pajonales del estero, salió un enorme tigre negro que se lanzó sobre uno de los criminales y lo mató de un zarpazo, sin herir a ninguno de los que le acompañaban.
Más tarde aconteció lo mismo con otro de ellos, y luego otro. Donde quiera que uno de los asesinos se presentara aparecía el tigre, elegía sin titubeos al culpable y lo ultimaba... Todos los criminales cayeron así bajo la garra implacable del yaguareté hú. y desde entonces, no se tiene memoria que el tigre haya atacado a alguien más. . .
Aquel tigre no es otro que el paisano bueno convertido en fiera, por quién sabe qué poderosas influencias, para vengar a sus asesinos.
Aun hoy el tigre negro vaga por los pajonales, y si bien es cierto que no ataca a. nadie, pues ya. cumplió su misión, todos le temen por su origen sobrenatural, esperando que algún día desaparezca de los esteros para tranquilidad de los moradores, que viven pendientes del espejismo de aquel prodigioso acontecimiento...








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